Parte del
compromiso de las Metas del Milenio de las Naciones Unidas, es: “En cooperación con los países en
desarrollo, elaborar y aplicar estrategias que proporcionen a los jóvenes un trabajo digno y
productivo”, siendo la tasa de desempleo juvenil el indicador con el cual se evaluará esta meta. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) única institución
internacional de carácter tripartito: sus delegaciones nacionales están
compuestas de representantes de los gobiernos, los empresarios y los
trabajadores con 183 países miembros, planteó en la 98ª.
Conferencia Internacional del Trabajo, el Pacto Mundial para el Empleo. El
núcleo del mensaje es que la respuesta a la crisis internacional debe asentarse
en la generación de empleo decente.
Y es precisamente
la ausencia de trabajo decente entre los jóvenes, un elemento medular en la determinación
de los círculos de generación de la pobreza y en el deterioro de la cohesión
social. Cuando los jóvenes son excluidos de las esferas de la educación y del
trabajo, las bases sociales de la gobernabilidad democrática se deterioran. Hay
una relación marcada entre la incapacidad de los países para brindar una
trayectoria de vida educativa y laboral apropiada a su juventud y los problemas
de violencia, falta de seguridad y anomia del conjunto de la sociedad.
La trayectoria de
los jóvenes desde los inicios de su educación hasta lograr un trabajo decente
viene determinada por sus opciones de estudio y trabajo y por las condiciones en
las que el trabajo se desarrolla. Los jóvenes siguen teniendo tasas de
desempleo significativamente más altas que los adultos. La vulnerabilidad al
desempleo que tienen los jóvenes es la cara más visible de las desventajas
juveniles. La última edición – 2009 - del Panorama Laboral de la Oficina
Regional de OIT,
muestra que en diversos países con información disponible el
desempleo juvenil adquiere dimensiones sumamente elevadas.
El diálogo social
ha sido reconocido como un pilar de la democracia y no solamente como un ejercicio útil para el intercambio de
opiniones y propuestas entre actores; por ello, en la formulación y ejecución
de las políticas de educación y empleo es muy importante involucrar a los
propios jóvenes, nadie mejor que ellos para definir sus necesidades, orientar
el diseño de nuevas estrategias y plantear caminos innovadores. Esa
participación deja de considerar a los jóvenes como objetivos o beneficiarios
de las políticas y reconocerlos como actores de su propio desarrollo.
En el intercambio de ideas, dialogo y experiencias
sobre el empleo de los jóvenes coincido en dar prioridad a
la inversión productiva, a la mejora de los niveles educativos, a la
empleabilidad y al trabajo decente de los jóvenes. Compartimos la ambición de
elaborar políticas que faciliten trayectorias laborales y personales exitosas,
en beneficio de una mejor integración de los jóvenes en el mercado laboral y de
un mejor aprovechamiento del capital humano de las nuevas generaciones.
Es por eso que deben aplicarse en corto plazo
medidas concretas que consideren a los jóvenes como un activo para el desarrollo
de su país, pues la prosperidad y la cohesión social dependen en gran medida de la contribución de
los jóvenes al crecimiento y al desarrollo.
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